Época: Grecia Arcaica
Inicio: Año 700 A. C.
Fin: Año 500 D.C.

Antecedente:
Aparición de los nuevos estados: la polis



Comentario

Las fiestas primitivas celebradas en torno a determinados cultos experimentaron las transformaciones correspondientes a los cambios producidos a lo largo del período oscuro. Algunas se transformaron en motivo de reunión de diferentes comunidades, en el momento de institucionalizarse las fiestas panhelénicas, como manifestación de la conciencia común creada al tiempo que se producían las migraciones. Otras tendieron más bien a identificarse con la nueva comunidad política, integradora de elementos sociales diversos que aceptan como guía y factor de cohesión la existencia de un sacerdocio, normalmente dominante, pero controlado por la comunidad. Finalmente, otras fiestas quedaron monopolizadas por grupos aristocráticos específicos.
Entre los aspectos más sobresalientes de la fiesta primitiva se hallaba el canto y la danza, con el recitado de creaciones tradicionales portadoras de las claves ideológicas en que se apoyaba la comunidad, momento fundamental de la transmisión del saber, coincidente con el reconocimiento de los jóvenes como miembros de pleno derecho de la colectividad productora, reproductora y protectora de sí misma. Las festividades heredan algunos de los aspectos de épocas aún más primitivas, propios de los pueblos cazadores, entre quienes el motivo de reunión era el reparto del alimento y el consumo inmediato, colectivo, acompañado de la ofrenda y el sacrificio en honor de las fuerzas sobrenaturales, con cuya ayuda se había llegado al éxito en la labor emprendida. Los grupos gentilicios tienden a considerarse depositarios de las tradiciones más sagradas en ese sentido.

Cuando la basileia acapara el poder, también acapara la capacidad de reunir a los miembros de la comunidad para las celebraciones religiosas, donde se simboliza su capacidad para repartir dones y recibir muestras de adhesión en un sistema de clientelas en que naturalmente quien más da es también quien más poder acumula. Así considerado, el banquete resulta un fenómeno paralelo al de la formación de la polis, en el momento en que los basileis se enterraban en grandes tumbas principescas, destacadas del resto de la comunidad.

Del mismo modo que, desde el siglo VII, por lo menos, como ocurre en el yacimiento de Lefkandi, en la isla de Eubea, uno de los ejemplos más primitivos de la constatación arqueológica de la existencia de la polis, el sistema deja paso a otro en que el poder queda formalmente diluido, también la práctica simposíaca se difumina. Los grupos gentilicios se recluyen en prácticas privadas, donde se transmiten los fundamentos ideológicos del grupo y se bebe en común para fortalecer una solidaridad minoritaria, índice del aislamiento mismo de la minoría aristocrática en la formación de la polis, coincidente con su búsqueda, por ese mismo camino, de nuevos modos de intervención. El simposio representa la herencia del pasado, desde el grupo cazador hasta su proyección en el presente, en que, dentro de la polis, los grupos aristocráticos relegados lo conservan con ánimo de transformar las nuevas condiciones de la vida social o, al menos, intervenir en ella en favor de sus propios intereses.